miércoles, 7 de marzo de 2012

Quizás en otra vida


Un sueño, que lleva a otro sueño, que deja paso a la imaginación y a una historia.

Os dejo este relato "sin pulir":

Habían quedado en verse justo allí ya desde varios meses atrás. La fecha estaba más que subrayada en las agendas e incluso en el calendario que les habían regalado a ambas parejas la última vez que se vieron en el su restaurante chino favorito. Durante toda la semana anterior, ellas se llamaban a diario, emocionadas, comentando los modelitos que pensaban llevar o adelantando ya el posible menú.

Esta vez habían decidido darse un homenaje los cuatro, en el restaurante más glamoroso y de moda de la ciudad. La reserva estaba hecha con tanta antelación que se perdía ya entre las hojas del calendario que habían ido pasando.

El viernes a las diez de la noche Tomás estaba a la puerta del restaurante. Andrea no había venido con él. Le había surgido un viaje en el despacho justo la tarde anterior. Mientras casi sin tiempo de llenar el bolso de viaje, le iba detallando el motivo del viaje, aprovechó también para convencerle de que no anulara la cita y fuera a cenar de todos modos.

Miró el reloj. Alejandro y Lucía se retrasaban. Le extrañó porque eran extremadamente puntuales. Como empezaba a sentir frío se planteó avisarles de que les esperaría dentro. Iba a marcar ya el número del teléfono móvil de Lucía cuando la vió doblar la esquina con prisa. Llegaba sola.

Justo cuando llegaba ya junto a él Lucía le dijo: - "Vamos dentro que estoy congelada. Alejandro no viene. Ahora te cuento". Entraron.

La atmósfera del local emulaba las fiestas de la alta sociedad neoyorquiina de los años cincuenta. De fondo sonaba "Beautiful Maria of my soul” de la Banda Sonora de “Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor”.

Camino de su mesa, acompañados por el maitre, Tomás tarareaba la letra "...listening to a shell, hoping for your voice, beautiful Lucía of my soul, of my soul…", casi al oído de Lucía, mientras ella le hacía una burla cariñosa al saberse protagonista de la canción.

La madre de Alejandro había llamado unas horas antes, algo apurada porque no se encontraba bien y aunque todo había quedado en un susto, tras la visita médica, Alejandro había llamado a su mujer para decirle que se iba a quedar esa noche con ella porque seguía bastante nerviosa. Así que, animó a Lucía a asistir a la cena y disculpar también su ausencia.


Tras ponerse al día debido a los cambios de última hora, decidieron, de mutuo acuerdo y dadas las circunstancias, disfrutar lo máximo posible de la velada que se anunciaba por delante.

La cena, de etiqueta. Tras la misma , en una sala preparada expresamente para este evento, baile de máscaras con motivo de la celebración del Carnaval. Tomás iba de esmoquin. Lucía, de fiesta, vestido negro y perlas en torno al cuello. Él no podía dejar de mirarla de reojo, hasta que ella se dió cuenta y al grito de: - ¡Tomás! ¿qué tengo de raro? ¿llevo algo raro en la cara? - no le quedó más remedio que contestarle: - Pareces la mismísima Audrey, Audrey Hepburn quiero decir, en "Desayuno con diamantes". Lucía se sonrojó y aunque pensó en llamarle adulador, lo cierto es que se quedó sin palabras.


Hacía años que se conocían, años de Universidad concretamente. Los cuatro eran compañeros de clase en la facultad. Primero eran compañeros de mesa, a los meses, amigos y al poco tiempo después parejas. Tras incorporarse al mundo laboral no habían dejado de tener trato. Sentían que en el fondo seguían siendo aquellos jóvenes universitarios que compartieron cafés, confidencias, apuntes y partidas de mus en cafetería.

No sabían que era lo que flotaba en el aire pero se dejaron arrastrar por la nostalgia y el recuerdo de aquellos años. Comenzaron recordando viejas anécdotas, bromas y algún que otro viaje como el de fin de carrera, que había resultado algo más accidentado de lo previsible. Charlaron animadamente y para cuando llegaba el café habían intimado de una manera sorprendente. Quizás debido a las conversaciones “de a cuatro” a las que estaban acostumbrados, de haber estado con ellos Alejandro y Andrea, jamás se hubieran dado las circunstancias adecuadas.

Decidieron alargar un poco más la velada con un baile pero cuando sus cuerpos se tocaron, algo cambió. Una corriente les recorrió por entero y al mirarse se vieron por primera vez y “entendieron” por primera vez también. Estaban hechos el uno para el otro, almas gemelas. Y como en las más genuinas historias de amor, desapareció el espacio y el tiempo para ellos.

Como en la versión más larga y más cruel del cuento de Cenicienta, el baile terminó. la última nota de aquel último swing suspendida en el aire, ellos frente a frente, viéndose por primera vez y un insinuante deseo no manifestado que anunciaba el más dulce y peligroso de los encuentros.

Quietos. Las manos enlazadas. Hasta que ambos a la vez, se separaron mientras susurraban al mismo tiempo: - Es hora de irse.

Se despidieron a la puerta del local. Dos castos besos en cada mejilla, como amigos que siempre fueron y siempre serían. Dos tímidos y mentirosos besos que hundían en el fondo de sus corazones ese amor incipiente que podía haber nacido esa noche y que acallaban de mutuo acuerdo, sellando en silencio un “pacto de honor".

Justo después de girarse para emprender la vuelta a casa, Lucía que también había comenzado a andar en la otra dirección, llamó a Tomás y con una sonrisa triste en sus labios le dijo: - "Quizás en otra vida".

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